martes, 10 de noviembre de 2015

¿Fue un sueño?

Caminé mientras sangraba, con cautela.
Caminé como si ahora no me importara nada más, la mitad de mi cuerpo aún ardía, era como si me hubieran quemado y luego puesto a cicatrizar en este ambiente.
Todos me sonríen (¿por qué lo hacen?) como si tras aquellos falsos gestos lograran esconder sus efímeras intenciones; trato de esbozar una sonrisa hacia ellos pero mi incongruente rostro aún duele.
Por un segundo aquel dolor desaparece y con la palma de mi mano rozo mi mejilla para sentir la piel quemada, pero, que sorpresa la mía ¡no existe esa dichosa piel quemada!, entonces ¿por qué aún siento dolor?
Empiezo a preguntarme cosas que creo saber de mi propio ser y noto que no sé nada acerca de mi, respiro...
Despacio.
Limpio una lágrima que ronda por mi mejilla.
"No deseo llorar", lágrimas involuntarias, malditas, despreciables, de este lado psicológicamente herido de mi repugnante ser.
Procuro ir a mi habitación lo más rápido que puedo y quitarme estas prendas que actúan contra mí, como una lija rozando mi piel.
Miro mi reflejo, mi horrendo rostro demacrado por los golpes de esta vida -ojalá no exista otra-, mi cuerpo débil y desnudo frente a este helado cristal.
He de reír sin ganas, con algo de ironía
¡Mírate! -susurro- no eres nada, no eres nadie.